01 Mar 2018

Raquel Lombas

 

Bastante complejo y demandante es tirar del carro de casa y hacerse cargo de niños y mayores para que todo el peso caiga en una sola persona. Las tareas domésticas y de cuidado de dependientes no implican “ayudar” al otro, o más bien, a la otra, sino compartir. El que ayuda, no lo olvidemos, lo hace desde el paternalismo, es una gracia que concede, un favor que presta y que, según su entender, le hace merecedor de una medalla al mérito hogareño.

Sustituyamos ayudar por compartir. Porque el que comparte parte de una premisa bien distinta. La de que una familia es un proyecto común, en el que tan responsable es el uno como el otro. Esto nos lo sabemos casi todos, pero pocos lo tienen interiorizado de verdad. Sirvan como reflejo de ello las estadísticas que cada año se presentan sobre los tiempos del trabajo no remunerado en hombres y en mujeres. Según datos de Febrero de 2018 del INE, las mujeres dedican 26’5 horas semanales a trabajo no remunerado de tareas domésticas y cuidado de personas, frente a 14 de los hombres.

Si vergonzosos son los datos, aún lo es más el inmovilismo en el que vivimos desde hace décadas. La evolución es lenta, penosa y, en algunos países, hasta inversa. Las jornadas laborales infinitas y el presentismo constituyen un auténtico repelente del talento femenino.  Porque en un buen porcentaje de las casos, las mujeres están absorbiendo las tareas domésticas y de cuidado de las que muchos hombres se “escaquean”.  Ellas concilian porque no les queda otro remedio; ellos, en cambio, no sienten la necesidad de hacerlo. Estamos asistiendo a un momento de cambio en la sociedad española, en el que las mujeres que trabajan fuera de casa combinan lo peor de ambos mundos. La economía familiar demanda que ambos miembros de la pareja trabajen fuera de casa de seguido, con las mínimas bajas por maternidad o paternidad posibles y sin incidencias de por el medio, ya que retener un trabajo no siempre es fácil. Pero al mismo tiempo, el concepto de corresponsabilidad no está aun plenamente asentado, por lo que la vida de muchas profesionales se transforma en malabarismo continuo de niños, oficina y casa. Mala ecuación para progresar profesionalmente y conseguir promocionar a puestos de dirección.

La clave para que todos, y no solo ellas, podamos conciliar está en la productividad.  La imaginación, el rigor, los procesos eficientes, el alto rendimiento, el trabajo en equipo, la especialización de los trabajadores o la excelencia sí son vías de mejora, de desarrollo, de resultados brillantes y, sin embargo, ninguna de ellas precisa de más horas. La generación de riqueza está cada vez más desligada de los tiempos de trabajo. 35 horas de alto rendimiento van a funcionar mejor que 65 de agotamiento mediocre. Esto constituye a día de hoy un hecho probado cuando miramos a los ratios de productividad por hora trabajada en distintos países.  Países como Noruega, Dinamarca o Luxemburgo, conocidos por sus jornadas laborales hasta las 5PM, pueden presumir de generar hasta ocho veces más riqueza que México o Rumanía por hora trabajada.

Ya hemos arrancado la revolución tecnológica, un nuevo ciclo en el que la especialización y el valor añadido de nuestro trabajo van a ser determinantes. En este futuro próximo, que va a traer tantos cambios, el trabajo de algunos va a valer muy poco, casi nada. Y a la inversa, habrá profesionales altamente cualificados que generarán riqueza con cada pequeño gesto.  La brecha entre unos y otros lleva creciendo desde hace años y ya están perfilándose como un poderoso discriminador social y económico de efectos imprevisibles. En un mercado laboral altamente polarizado, en el que la automatización y digitalización ganarán terreno, las horas de trabajo de los menos empleables va a ser cada vez menos relevante. El tiempo deja de ser la gran medida del trabajo, como lo era en la revolución industrial, y es sustituido por la generación de riqueza. ¿Qué sentido tiene entonces seguir hablando de 30 o de 60 horas a la semana, o de calentar la silla para que te vea el jefe? Por mucho que queramos impostar delante de la dirección, los números estarán ahí, mostrando el valor que cada cual genera a través de sofisticadas herramientas de monitorización.  Esos ratios, así como las actitudes y conocimientos del profesional, seguramente serán mucho más importantes que su disponibilidad para quedarse hasta tarde en la oficina. En este nuevo contexto, un poco más basado en los méritos, seguramente lo tendrán un poco más fácil aquellos que quieran conciliar, sean ellos o ellas.

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